Dicen que nunca fue así. Que en otros tiempos, la
niebla amarilla y el olor a limón no tapaban el sol ni borraban los
perfumes de la ciudad. Ni había pantallas gigantes en cada esquina ni en
cada taxi. Porque ahora los taxis tienen pantallitas y el que viaja, ya
no discute de política ni de fútbol con el tachero. Mira lo que le
sirven hasta que llega a destino.
En colectivo ya no se viaja más porque está prohibido. Dicen que es
peligroso.
En taxi, en cinta transportadora o en auto o camioneta, a través de los
350 kilómetros de autopistas que atraviesan la ciudad para llegar
siempre justo a tiempo. Una persona, un auto, una persona, un auto. Mil
ochocientos cuarenta y tres autos por minuto en hora pico.
O en
Metrobús. Metrobús es ese gusano amarillo de media cuadra de largo con
tres acoplados que va a toda marcha por lo que ellos llaman zonas
liberadas, que son las grandes avenidas con tapiales de 15 metros que no
te dejan ver si del otro lado hay miseria, casillas, gente más morocha o
fiesta. Te subís por adelante, por atrás, por el techo y por la
aspiradora que tienen en la mitad del paragolpes para convertir al
infortunado peatón que cruzó mal en ciudadano transportado de esta urbe,
mirando todo el tiempo las pantallas. Pagás con el pulgar, apoyás y te
descuentan: 1 hora de vida por cada recorrido de 10 minutos. Y si te
colás, pagás lo mismo, porque te barre un láser que te lee la retina y
te cobra igual. Pero llegás siempre, justo a tiempo y con olor a limón.
Pero antes no era así, antes viajábamos. Antes, acá en la ciudad, se
llamaban bondis y eran un infierno: la gente era gente, conversaba,
discutía, se peleaba y en el asiento del fondo los amantes se entregaban
a sus placeres sin pudores y en el pasillo había un loco que cantaba y
tocaba la guitarra durante todo el día. Y dicen que en todo el país se
viaja así, menos en esta ciudad. Porque el colectivo es el mejor lugar
para conspirar, para pensar, para rebelarse. El colectivo huele a
pueblo, no a limón.
Por eso lo prohibieron.
Por eso nos cansamos. Una noche trepamos al tapial de 15 metros. Fue una
noche larga, pasamos una inundación de seis cuadras con gente que vive
como en Venecia, nos encontramos una comparsa de diez mil treinta que
bailaban a la hora de trabajar y llegamos al circo que hay debajo de la
autopista. Ahí, un monje Zen nos dio un papiro con instrucciones en
sánscrito, una biela, un capó de 11-14, un par de escarpines y una
palanca de cambio de peluche naranja coronada por un dado verde
translúcido. Después, nos regaló una llave inglesa, un destornillador y
un rollo de alambre. El papiro nos llevó por todos los chatarreríos de
la ciudad.
Juntamos las partes perdidas de un Mercedes Benz 11 14. Encontramos un
chasis en un ex parque temático en la general Paz. Los asientos se
rescataron de un boliche de cumbia en Pompeya. El motor estaba esperando
en un rincón sombrío de la abandonada terminal de la línea 80, en Villa
Lugano.
Al amanecer llegamos hasta donde estaba el caño de escape, y antes de la
tercera medialuna ya estaba ronroneando.
Se planea terminarlo y sacarlo a las calles. La idea de ensamblar este
primer bondi es la de animar al armado de muchos otros en toda la gran
ciudad. Los hacedores del primer Bondi Místico saben que cuando se
entere, el primer ministro "Estropicio Merde I" mandará a sus esbirros a
reprimir a los rebeldes y a quemar la carrindanga.
Para resistir la represión, hay que llenar el bondi de gente que cree
que el mundo puede ser trasformado, rodearlo de gente que está
convencida de que el más mínimo gesto puede modificarnos.
La jugada parece imposible....huele a quimera... ¡como siempre!
El 19 la ciudad despertará con sus paredes pintadas anunciando la
aparición del Bondi en las calles de Buenos Aires...convocando a
subirnos a su viaje hacia un destino capicúa!
BONDI MÍSTICO Encuentro Popular de Artistas.....un ademán de arte para
seguir transformando. Viernes 18 de octubre - 21 hs- Video Social Club - Carlos Calvo 3978
No hay comentarios:
Publicar un comentario